Ya se que tienes alas en la mente
y que tu corazon aun teniendo las alas rotas
prefiere saltar al vacio
que permanecer a salvo entre barrotes
pero...
¿Le salieron ya alas a tu cuerpo?
Ya se que tienes alas en la mente
y que tu corazon aun teniendo las alas rotas
prefiere saltar al vacio
que permanecer a salvo entre barrotes
pero...
¿Le salieron ya alas a tu cuerpo?
Tengo una relación de amor-odio con el tiempo.
Nuestras peleas se parecen mucho
a las de esos jóvenes enamorados
demasiado ignorantes aun de su codependencia
como para siquiera pensar en superarla.
Siempre he sido un poco desastre
cumpliendo horarios, respetando plazos
o trenzando necesidades vitales con tareas.
Tal vez por eso he andado despistado por ahí
sin saber que yo también soy un “sin papeles”,
que mi contrato con la vida ha caducado.
Quizás por eso, en estas últimas semanas
la calavera de Hamlet, cual cobrador del frac,
me haya estado persiguiendo a todas partes.
Puede que suene a excusa de irresponsable pero
jamás pensé que pudiera existir un contrato con la vida
¡Que no fuera vitalicio!
Quien sabe si Dios no esté también en crisis,
reajustando ciertas cosas en su empresa divina,
extinguiendo algunas especies para reducir plantilla
o acelerando la maquinaria del tiempo en un intento
de optimizar de la conciencia el rendimiento.
En el periodo que va desde la cuna hasta la tumba,
en el que antes cada ser disponía de una sola vida
parece que ahora, sin previo aviso ni elección,
se instaure el tres por uno con ciertos requisitos:
quien quiera continuar en esta empresa de la vida
atravesara varias muertes con dolor y después
deberá renovar su contrato en cada renacer.
Hoy después de tener serias dudas al respecto,
al menos por esta vez, y sin que sirva de precedente,
tomo la firme decisión de renovar mi contrato:
“Asumo completamente,
con gratitud, alegría y amor
la responsabilidad de mi vida”
¿Alguna vez te atropelló la futilidad y
reventó tus motores, o te dejo sin remos y a la deriva
en mitad de un océano de baldosa y asfalto?
Hoy me posee tal pasividad
que podría combatir cualquier argumento,
cualquier pensamiento o intención.
Porque ¿Qué sentido tiene nada?
Camino despacio, pausado e invisible
como impulsado por brisa breve,
como interrogante, vago trazo de pintor,
lienzo etéreo o pincel ausente.
Cada pisada escribe en el suelo:
¿Por qué existir?
¿Porque recorrer este camino a ninguna parte?
Uno a uno y sin que yo haga nada,
tampoco para evitarlo,
mis pasos se vacían de dirección.
Quietud.
¿Porque engañarse?
¿Por qué dar un solo paso mas sabiendo
que ningún destino existe realmente,
que nada permanece y que tampoco tu lo harás?
¿Qué sentido tiene enamorase si no es para siempre?
¿Qué sentido arrastrar esta cadena
sin crimen ni condena ni premio al sacrificio?
La inexorable deconstrucción de mi mismo
extingue toda intención, deseo o movimiento.
En mitad de este océano de baldosa y asfalto,
mientras otros cuerpos transitan indemnes,
salvados, por ahora, del atropello de la futilidad,
de saber que no existe estación de origen alguna
ni tampoco destino cognoscible que anhelar,
desaparezco.
Poco a poco, sin que yo haga nada,
tampoco para evitarlo,
se reanuda el caminar.
Futilidad.
Liviandad.
Paz.
Felicidad.
(En respuesta a "No me educaron para amar")
Si destierras de tu territorio la necesidad vital
de contacto, afecto e intimidad,
ello permanecerá al acecho,
observando desde el otro lado de las montañas
esperando el momento en que tu tiránica mente,
en un momento de despiste o añoranza,
o quizás, de velada lucidez
como si de un lejano sueño se tratara,
tenga la vaga sensación de que
no existe palabra, acertijo o poema,
contundente "verdad espiritual"
o reconfortante encuentro verbal
que pueda colmar cierto espacio vacio
de paredes desoladas, arrancado a tiras
el empapelado de ausencias y temores.
Descubierta la vergonzosa herida sangrante
por donde se escapa la vida,
por donde aunque odie reconocerlo
también la mente, lamentando no ser omnipotente,
pierde a raudales el combustible de su poder,
su cordura se ve amenazada y con ello
la estabilidad de un imperio cimentado en muerte.
Vigas inertes, materiales estables,
conceptos plásticos como rosas de plástico
siempre bellas o pretendidamente bellas,
hermosas mentiras que como vampiros
absorben vida ajena para seguir existiendo.
La despiadada astucia de la dama de hierro
puede llegar incluso al auto sabotaje,
a lanzar aviones enemigos contra si misma,
derrocar sus torres de marfil justificando así
la necesidad de su hegemonía,
como en aquellas ocasiones en las que
alegando enajenación mental provocada por un beso,
por el contacto húmedo, desnudo, de tu cuerpo con el mío
pretende demostrar la terrible, lasciva peligrosidad
del encuentro carnal sin su permiso
y su perversa supervisión.
¿Se comparte la tristeza,
aquella que ni siquiera uno mismo puede etiquetar?
Viaje hacia los adentros
¿Quien esta tan adentro de mi
que pueda presenciar este paisaje?
¿Es cuestión de intimidad
o es esta una tristeza solitaria?
¿Es egoísmo, miedo a ser un ente separado de la vida,
un acto de irresponsabilidad?
¿Una evasión de la parte del estar vivo
que habita bajo el eje de coordenadas?
¿ Es la felicidad una curva que al sumergirse en el océano
se ve refractada y parece separada de si misma?
Me gusta el silencio
En el no es posible la mentira
En el puedo escuchar el sonido de tu ser.
Me gusta perderme en la última estación de tu mirada
encontrarme allí contigo y conocerte, conocerme.
Envueltos en el blanco silencio de las sabanas
jugando a cazar un beso,
en el penúltimo instante el tiempo se detiene.
Las mariposas que anidan en tu pelo
comienzan a revolotear, mi piel se eriza y
como brisa cálida o torrente inesperado
me inunda tu aroma de fruta
dulce, madura y aterciopelada.