¿Alguna vez te atropelló la futilidad y
reventó tus motores, o te dejo sin remos y a la deriva
en mitad de un océano de baldosa y asfalto?
Hoy me posee tal pasividad
que podría combatir cualquier argumento,
cualquier pensamiento o intención.
Porque ¿Qué sentido tiene nada?
Camino despacio, pausado e invisible
como impulsado por brisa breve,
como interrogante, vago trazo de pintor,
lienzo etéreo o pincel ausente.
Cada pisada escribe en el suelo:
¿Por qué existir?
¿Porque recorrer este camino a ninguna parte?
Uno a uno y sin que yo haga nada,
tampoco para evitarlo,
mis pasos se vacían de dirección.
Quietud.
¿Porque engañarse?
¿Por qué dar un solo paso mas sabiendo
que ningún destino existe realmente,
que nada permanece y que tampoco tu lo harás?
¿Qué sentido tiene enamorase si no es para siempre?
¿Qué sentido arrastrar esta cadena
sin crimen ni condena ni premio al sacrificio?
La inexorable deconstrucción de mi mismo
extingue toda intención, deseo o movimiento.
En mitad de este océano de baldosa y asfalto,
mientras otros cuerpos transitan indemnes,
salvados, por ahora, del atropello de la futilidad,
de saber que no existe estación de origen alguna
ni tampoco destino cognoscible que anhelar,
desaparezco.
Poco a poco, sin que yo haga nada,
tampoco para evitarlo,
se reanuda el caminar.
Futilidad.
Liviandad.
Paz.
Felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario