viernes, 27 de marzo de 2009

El atropello de la futilidad

¿Alguna vez te atropelló la futilidad y 

reventó tus motores, o te dejo sin remos y a la deriva

en mitad de un océano de baldosa y asfalto?

Hoy me posee tal pasividad

que podría combatir cualquier argumento,

cualquier  pensamiento o intención.

Porque  ¿Qué sentido tiene nada?

 

Camino despacio, pausado e invisible

 como impulsado por brisa breve,

como interrogante, vago trazo de pintor,

lienzo etéreo o pincel ausente.

Cada pisada escribe en el suelo:

¿Por qué existir?

¿Porque recorrer este camino a ninguna parte?

 

 Uno a uno y sin que yo haga nada,

tampoco para evitarlo,

mis pasos se vacían de dirección.

Quietud.

 

¿Porque engañarse?

¿Por qué dar un solo paso mas sabiendo 

que ningún destino existe realmente,

que nada permanece y que tampoco tu lo harás?

¿Qué sentido tiene enamorase si no es para siempre?

¿Qué sentido arrastrar esta cadena

sin crimen ni condena ni premio al sacrificio?

 

La inexorable deconstrucción de mi mismo

extingue toda intención, deseo o movimiento.

En mitad de este océano de baldosa y asfalto,

mientras otros cuerpos transitan indemnes,

salvados, por ahora, del atropello de la futilidad,

de saber que no existe estación de origen alguna

ni tampoco destino cognoscible que anhelar,

desaparezco.

 

Poco a poco, sin que yo haga nada,

tampoco para evitarlo,

se reanuda el caminar.

Futilidad.

Liviandad.

Paz.

Felicidad.

No hay comentarios: