(En respuesta a "No me educaron para amar")
Si destierras de tu territorio la necesidad vital
de contacto, afecto e intimidad,
ello permanecerá al acecho,
observando desde el otro lado de las montañas
esperando el momento en que tu tiránica mente,
en un momento de despiste o añoranza,
o quizás, de velada lucidez
como si de un lejano sueño se tratara,
tenga la vaga sensación de que
no existe palabra, acertijo o poema,
contundente "verdad espiritual"
o reconfortante encuentro verbal
que pueda colmar cierto espacio vacio
de paredes desoladas, arrancado a tiras
el empapelado de ausencias y temores.
Descubierta la vergonzosa herida sangrante
por donde se escapa la vida,
por donde aunque odie reconocerlo
también la mente, lamentando no ser omnipotente,
pierde a raudales el combustible de su poder,
su cordura se ve amenazada y con ello
la estabilidad de un imperio cimentado en muerte.
Vigas inertes, materiales estables,
conceptos plásticos como rosas de plástico
siempre bellas o pretendidamente bellas,
hermosas mentiras que como vampiros
absorben vida ajena para seguir existiendo.
La despiadada astucia de la dama de hierro
puede llegar incluso al auto sabotaje,
a lanzar aviones enemigos contra si misma,
derrocar sus torres de marfil justificando así
la necesidad de su hegemonía,
como en aquellas ocasiones en las que
alegando enajenación mental provocada por un beso,
por el contacto húmedo, desnudo, de tu cuerpo con el mío
pretende demostrar la terrible, lasciva peligrosidad
del encuentro carnal sin su permiso
y su perversa supervisión.
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